viernes, 13 de junio de 2014

La que le tocó a Caperucita


            -Pero niña, ¿qué demonios pasaba por tu cabeza?  Ya ni decir que cómo fregados se te ocurrió hablar con un extraño en el camino y además decirle exactamente qué ibas a hacer y a dónde, ¿pero además, no darte cuenta de que ese extraño era un lobo? ¡Un lobo!  Y luego ese leñador y la policía nos echaron la culpa a tu papá y a mí por no educarte bien.  Tienes tanta suerte que haya pasado ese buen leñador por ahí en el momento justo, ¡y más todavía de que haya sacado a tu abuela sana y salva!  Que no te educamos bien...  caramba, m'ija, si siempre hemos presumido de que eres una hija ejemplar...  y nos sales con esta burrada.  No reconocer a un lobo...  Ya no digo cuando lo viste por el camino, ¡pero cuando lo viste en casa de tu abuela!  ¿Cómo no captaste que no era tu abuela, si era tan obvio?  Tu abuela no se parece nada a un lobo, déjame decirte, ¿cómo está eso de que no le reconociste las orejas y los ojos?  ¡Y el hocico!  ¡Si tu abuela no tiene nada que se le asemeje a un hocico!  De veras que no sé en qué demonios estabas pensando...  No, mi niña, se me va castigadita a su cuarto.  Un mes sin salir y seis semanas sin hornear nada.  ¡Y no me rezongue, que bien merecido lo tiene!

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