-Pero niña, ¿qué demonios pasaba por
tu cabeza? Ya ni decir que cómo fregados
se te ocurrió hablar con un extraño en el camino y además decirle exactamente
qué ibas a hacer y a dónde, ¿pero además, no darte cuenta de que ese extraño
era un lobo? ¡Un lobo! Y luego ese
leñador y la policía nos echaron la culpa a tu papá y a mí por no educarte
bien. Tienes tanta suerte que haya
pasado ese buen leñador por ahí en el momento justo, ¡y más todavía de que haya
sacado a tu abuela sana y salva! Que no
te educamos bien... caramba, m'ija, si
siempre hemos presumido de que eres una hija ejemplar... y nos sales con esta burrada. No reconocer a un lobo... Ya no digo cuando lo viste por el camino,
¡pero cuando lo viste en casa de tu abuela!
¿Cómo no captaste que no era tu abuela, si era tan obvio? Tu abuela no se parece nada a un lobo, déjame
decirte, ¿cómo está eso de que no le reconociste las orejas y los ojos? ¡Y el hocico!
¡Si tu abuela no tiene nada que se le asemeje a un hocico! De veras que no sé en qué demonios estabas
pensando... No, mi niña, se me va
castigadita a su cuarto. Un mes sin
salir y seis semanas sin hornear nada.
¡Y no me rezongue, que bien merecido lo tiene!
No hay comentarios:
Publicar un comentario