Hace una semana, con motivo del Día del Maestro, la librería
Gandhi organizó un concurso en Facebook para agradecer al maestro o maestros
que cambiaron nuestras vidas. Yo iba a
participar, pero me detuvo el bello hecho de darme cuenta que no tengo un solo
maestro que me haya guiado a dar los giros apropiados, sino cientos! Bueno, cientos no lo sé (igual y en algún
momento me pongo a contar, ya terminada la lista en unas semanas, jeje), mas
tengo la dicha de haber siempre estado rodeada de gente que me ha impulsado y
enseñado no sólo sobre sus materias particulares, sino también sobre la vida y
cómo ser mejor persona paso a paso…
En fin, como dije el blog pasado, preferí hacer éste serial
para conmemorar que hoy, a mi mayor fortuna, he llegado muy lejos impulsándome
en la sabiduría de estas personas, humanos de primerísima calidad que espero
sigan inspirando a alumnos año tras año, en donde quiera que estén.
Una de las maestras sobre las que voy a hablar hoy es de la
que hubiera escrito mi párrafo de agradecimiento para concursar; la maestra
Lourdes Niebla, una mujer sumamente sobresaliente en mis recuerdos de modelos a
seguir. Ella fue la primera en
impulsarme de lleno y al 100% en cuanto a mi creatividad y a mi individualidad;
no fue la primera en comprender, ya quedó claro desde mi escrito sobre Tappan,
y además otros maestros durante la preparatoria también comprendían… No fue la primera en darse cuenta de mi
problema emocional/bioquímico, ni fue la primera en echarme porras… Pero si fue la primera en lograr que me
pudiera ver yo misma a la cara y reconocer todo aquello que otras personas me
venían diciendo desde hace años. Fue la
primera en romper mi barrera y en lograr que yo misma quitara todas esas
paredes que me escondían de mí misma.
Para entender por qué ella merece esta distinción en mi
vida, me voy a ir un poco para atrás. Si
no lo he dicho antes, lo diré aquí: nací con una lesión en el cerebro, tan
diminuta que no se lograba ver con la tecnología que teníamos en el país por
esos años… pero tan grande que provocó
estragos en mi vida emocional desde muy corta edad (de hecho se ha hecho el
diagnosis de que yo era un bebé deprimido, cosa que en 1982 era bastante
difícil comprender, si no imposible).
Esa lesión me causó muchas limitaciones en mi vida social, porque si de
por sí yo ya era bastante diferente, considerada siempre la rarita de la clase,
la peculiar, la extraña y demás, el vacío emocional que surgía ante el rechazo
continuo y mi incapacidad de lidiar con él, provocaba que me escondiera más,
que me alejara más de mis compañeros… Y eso provocaba más burlas y más bullying. Era un círculo vicioso basado en la
incomprensión de dos cosas: de mi carácter natural de artista geek, y de mi
situación emocional causada por una bioquímica cerebral dañada… Por muchos años se malentendió inclusive por
el hecho de ser adolecente, y como por supuesto que no hay tal cosa como un
“adolecente normal”, simplemente no llamaba la atención. Hasta que conocí a dos personas: el profe
Sergio y la maestra Lourdes Niebla.
Ya para entonces había habido otros, tal como todos los
mencionados de Tappan, o el maestro Manuel, que fue mi profesor de música en primaria
y después el coordinador de secundaria cuando regresé de Estados Unidos. Ese año fue particularmente difícil porque al
salir del país por dos años e insertarme en una cultura tan, erm, cultural
(valga la redundancia, jejeje), el resultado obvio fue que mi peculiaridad se
exponenció al infinito y más allá (y yo también me la creía que podía abrir mis
alas y volar! En mi caso nadie me hizo
entender que yo era un juguete, sino más bien que era todavía una niña y me
faltaba mucho por trabajar antes de volar…
Lo bueno es que se me brindaron innumerables herramientas para trabajar
eso). El maestro Manuel jamás dejó de reconocer mi potencial, tanto él como la
maestra Mary Carmen y después también la maestra Adriana (dos maestras de
ciencias sociales que además fueron coordinadoras de la preparatoria), todos me
instaron a que usara mi intelecto para bien, sin avergonzarme de ser más culta
y esmerada que mis compañeros (“matadita” es una definición que no cabe aquí, y
ni siquiera “nerd”, porque mis calificaciones no eran las mejores del
salón… estoy segura de que varios de mis
compañeros de aquel entonces han llegado mucho más lejos que yo, bien merecido
en muchos casos, si hablamos del nivel intelectual o del uso de recursos… más bien es que mis maestros en aquel
entonces se percataban de mi capacidad innata de captar el mundo a mi
alrededor, de entender cosas mucho más profundas que el resto tiene a esa
edad…).
Entra el profe Sergio.
Él llegó como maestro substituto de Biología, y coincidentemente sabía
una enorme cantidad de fundamentos de psicología, material que guardaba en un
apartado de su cerebro, siempre listo para sacar y utilizar en cuanto fuera
necesario. Yo fui uno de esos momentos
necesarios. Y ese detalle me salvó la
vida.
En aquel entonces hablar de depresión seguía siendo uno de
los más grandes tabúes en la sociedad latina, y fue muy difícil para él
insertar el tema dentro del salón de clases…
Nos detectó a varios, no fui la única.
Los demás, dos o tres de mis compañeros, no sé si le hicieron caso o no,
pero el hecho fue que como ya antes una enfermera en Ann Arbor me había dicho
que yo tenía depresión, aunque no había habido seguimiento, cuando él abrió el
tema en clase pensé que era un llamado a iniciar “algo”… Yo no sabía qué, pero decididamente algo que
tuviera que ver con mi sanación.
La manera en como él manejó el tema fue bastante
creativa. Para empezar, no dijo nombres
en el salón, sólo habló de los beneficios de la psicoterapia para todos en
general, como una manera de checarse de vez en cuando y asegurarse que todo va
bien en mente y alma… él decía que así como uno va al doctor para chequeos
generales cada determinado tiempo, así nos conviene checar también mente y
alma… Y es una filosofía que hasta el día de hoy sigo pasando con mis
conocidos! Entonces sí, ya que nos
acercamos los que nos teníamos que acercar, nos decía que había detectado tal o
cual cosa y nos mandó con una amiga de él, de quien había aprendido todo lo que
sabía, y quien se convirtió en mi primera terapeuta, Zita Delgado. Eso para mí marcó marco a los 15 años el
inicio del trabajo duro, aunándolo a una secuencia de cursos de sanación con
energía y conceptos asiáticos para el bienestar; y aunque ha sido una
experiencia dolorosa en ocasiones (porque a veces hay que ver las partes más
obscuras de uno mismo para poder sacarlas a la luz), es algo que no cambiaría
por nada..!
Basta decir que es por él que no podía dar un agradecimiento
a una sola persona… y por quien salieron a la punta de mis dedos todos aquellos
nombres mencionados y los demás que voy a mencionar...!
La maestra Lourdes Niebla no sólo continuó con el trabajo
iniciado por el maestro Sergio, sino que además añadió una base literaria y
filosófica inigualable (y que todavía no termino de leer, jajaja… sí hemos hablado de que mi lista de libros
casi llega a los 700, verdad?). Entre
los ejemplos de detalles hermosos que tuvo para conmigo fue que me regaló El
Hacedor, de Miguel de Unamuno, y que en una ocasión nos puso un ejercicio en
clase para que todos escribiéramos en papeles anónimos todo lo bueno de cada
uno de nuestros compañeros. Ella me
instó a abrazar toda esa parte de mí que aquí en México es tan (o era tan)
difícil aceptar… Me vi como era, lo malo
y lo bueno, en un espejo multidimensional que no dejaba ningún rasgo de mí
escondido… Ahh, algo no te gusta? Pues
trabájalo! Ves cosas que sí te gustan? Sácalas al aire, no importa quién las
vea! Eres historia, filosofía y
literatura; eres letras de muchos tipos y culturas; eres amor, eres
bendiciones, eres risa y alegría; eres tinta, eres arte, colores y matices; eres
fuerza, eres inteligencia y eres fantasía!
Eso es lo que me dijo el espejo… Y resonaron las palabras en muchas
voces que me lo habían dicho antes, como una confirmación cronológica que me
abrió los canales de la sanación y la creatividad de tal manera que aunque
quisiera ya no se pueden cerrar…
Todo esto pudiera sonar como una exageración, pero hay que
tener en cuenta que estoy hablando de Durango de los años 90’s… Era muuuuy diferente entonces… Por supuesto que quizá no ayudaba que me
pintaba en cabello con mechas de cuatro colores o que me vestía de hombre, pero
eso es historia para otro día…
El caso es que ahí están mis salvadores del Colegio España,
y quizá no es coincidencia que esta parte del blog caiga directamente sobre el
día del estudiante, porque también fue durante la época de preparatoria en el
Colegio España que mi carácter se forjó, cuando tomé la decisión de que el arte
sería de una vez y para siempre lo mío…
Ya que después haya cometido errores o buscádole en otras áreas aledañas, pues eso también es historia
para otro día! Jejeje… El caso es,
repito, que fue una época necesaria y pivotal
para transformarme en la persona que soy, así que merece toda mi gratitud, y a
estas personas que mencioné hoy, lo doble y hasta lo triple!
Ya nos veremos a la próxima…
Buena semanita y muchas bendiciones!!
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